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lunes, 11 de junio de 2012

lunes, 11 de junio de 2012

Cap. 4 "El final es solo el comienzo" de Nich'ya


CAPÍTULO IV: USO


(MENTIRA)


Natsuki se quedó en silencio, pues en su interior se llevaba a cabo un incierto debate. ¿Es correcto llamar por su nombre a un ser tan importante? ¿No constituye ello una falta de respeto? ¿Si no cumple con su pedido, ello significaría un desplante? Pero la pregunta que detonaba en su mente, colándose entre todas, perforándolas, restándoles importancia, reduciéndolas a polvo metafísico, era… ¿Qué perfume está usando Fujino-sama? La inconsciencia siempre conoce nuestros verdaderos deseos.

La morena no atinaba a decir palabra coherente. Y es que los nervios decidieron en ese momento jugar a las escondidas con su capacidad de articular. Shizuru la observaba con calma, propagando un ligerísimo esbozo de sonrisa. Convencida de que no iba a lograr nada quedándose allí sin hacer nada, Shizuru pasó de Natsuki, dejándola en su lugar, atribulada con su debate y su indecisión.


- Natsuki debe dejar los formalismos conmigo. No soy nadie especial. Y agradecería infinitamente, que me trataras como a cualquiera de tus amigas.



La banshee vaciló durante unos segundos, recopilando información que pudiera asociar a las palabras de la bella soberana. Su primer impulso fue decirle, con voz trémola y sincera: ‘Claro que usted es especial’, pero se dio cuenta de que aquello sonaría ligeramente fuera de lugar, casi a declaración romántica, o en todo caso, daría paso a explicar un inexorable porqué. Pero luego procesó la última frase de la castaña mujer, que la tratara como a cualquiera de sus amigas. Imágenes de ella llamando ‘idiota’ ‘insufrible’ e ‘insoportable’ a Mai, se proyectaron en su mente, como una vieja y repetitiva película. Sudó helado y frunció el ceño, moviendo la cabeza negativamente, impulsada por un sentimiento de vergüenza no expuesto.

Shizuru desabotonaba lentamente el saco de su uniforme, mientras mantenía la vista clavada en el suelo, sonriendo tristemente, pero aun así observaba de reojo la espalda de la morena, fijándose en el movimiento negatorio de su cabeza. Relamió sus labios, preparándose para seguir hablando, al mismo tiempo que dejaba su saco en un perchero. Se puso delante de la banshee, para poder expresarse de frente.


- La verdad, sería muy descortés de mi parte obligarte a romper tus modales sólo por un capricho mío. Voy a cambiarme al baño. Por favor, siéntete como en tu casa. – Dijo la novata presidenta estudiantil, con una hermosa sonrisa, dando media vuelta y cogiendo rápidamente su pijama, para encaminarse parsimoniosamente a los servicios.


Natsuki no dijo nada, sólo se quedó allí de pie, escuchando la puerta cerrarse detrás de Shizuru. Su compañera de habitación, le había sonreído espectacularmente, con los ojos entrecerrados, la cabeza ladeada gentilmente y los dedos de las manos entrelazados, en un gesto por demás dulce. Había girado dándole la espalda, haciendo danzar su brillante cabello; grácilmente había cogido sus prendas y se había dirigido al baño con un andar decidido, pero melodioso. Cualquiera que la hubiera visto, habría caído rendido a sus pies, desde el momento en que sonrió. Y seguramente Natsuki también lo habría hecho, si no fuera porque todo era una mentira.

Se dice por ahí que las banshees poseen una capacidad, que muchos envidiarían. Se dice por ahí, que son seres capaces de ver el corazón de las personas, y en realidad de cualquier ser con sentimientos superiores, y saber lo que verdaderamente sienten. Son capaces de saber cuándo mienten.

Aquella preciosa sonrisa que Shizuru le había regalado, no era más que una máscara. Aquella sonrisa que aparentaba alegría, sólo ocultaba tristeza. Sus ojos entrecerrados protegían la soledad que en aquel momento proyectaban. Sus manos entrelazadas eran un reflejo de vergüenza, de auto regaño, por haber esperado más allá de lo que aparentemente se tenía permitido. Shizuru era cobarde e insegura. Con grandes dudas sobre su capacidad. Con eternos desiertos en su corazón, que le hacían negar su propio merecimiento. Shizuru era sensible y delicada, aunque aparentara fortaleza y seguridad. Y se sentía infinitamente sola.

Muchas veces lo que algunos creen una bendición, resulta convirtiéndose en una pesada e irremediable maldición. La belleza y el encanto propio de la soberana del reino elfo la había también, hecho merecedora de una soledad insondable. La gente siempre la había observado como alguien especial, como alguien superior, como alguien inalcanzable. La gente que la adoraba, la había puesto en un pedestal muy alto. La había aislado por completo. Y Shizuru ya se había cansado de intentar bajarse, así que había optado por aislarse también. Natsuki reflexionó una vez más sobre sus palabras… ‘No soy nadie especial. Y agradecería infinitamente, que me trataras como a cualquiera de tus amigas’. Natsuki entendió finalmente. Shizuru no quería sentirse superior o especial, en un sentido devoto, al menos. Shizuru no quería sentirse adorada o venerada. Quería que alguien se atreviera a conocerla y la quisiera realmente por todo lo bueno y lo malo que ella era.

Lo curioso del caso, es que Natsuki realmente no necesitó usar sus habilidades para darse cuenta de toda esa farsa. No necesitó siglos de observación para reconocer esa quimera. No. Todo estaba allí… En esa mirada astutamente esquiva, en esa sonrisa disimulada, en esas manos autocompasivas. Sólo que nadie había tenido el coraje o la suerte de ver realmente a Shizuru en esos momentos de especial fragilidad. Y es que en ocasiones, sólo observar no es suficiente.

Natsuki pensó en disculparse, pensó en interrumpir la misión y desaparecer, pensó en mezclar universos alternos, pensó en casarse con un troll e irse a vivir debajo de un puente. Suspiró molesta, debía enfocarse. Dio unos cuantos pasos por la habitación, pero se dio cuenta de que Shizuru no saldría pronto del baño. Miró a su alrededor… Y se dio cuenta que por lo menos debía preparar su cama para supuestamente dormir. Terminó de acomodar las pocas cosas que Akira le había conseguido, para lucir como una estudiante común y silvestre. Incluso ya traía su pijama puesto, uno muy convencional, de dos piezas, saco y pantalón. Al menos el color le agradaba, pues el azul oscuro le resaltaba los ojos. Se quedó de pie frente a la ventana de la habitación, observando las estrellas con profunda atención, tanta, que no se dio cuenta cuando Mai y Yukino se materializaron a sus costados.


- ¿Ya lo echaste a perder? – Molestó la pelirroja, procurando con sus palabras que Natsuki diera un salto, en un inconsciente intento de no dejar escapar su alma.

- Si no estuvieras muerta, ya te hubiera matado, ¿lo sabes? – Sentenció la morena, apretando los puños y susurrando.

- Una verdadera lástima que ya se te hayan adelantado, entonces… - Sonrió socarrona, Mai.

- Tienes el espíritu impertinente y detestable de un sátiro. – Bufó, Natsuki.

- Chicas, por favor, guardemos un poco la compostura. – Llamó a la calma, la pecosa de anteojos.

- Está bien… - Suspiró derrotada, la morena.

- Estás distraída, Kuga-san… - Reflexionó, Yukino.

- ¿De qué hablas, Kikukawa?

- Bueno, estás de pie, frente a una ventana, mirando las estrellas y no te diste cuenta de nuestra presencia.

- Tienes toda la razón… - Contestó aún más derrotada. - ¿Qué clase de banshee soy? ¿Qué tal si fallo en esto? Ella es una persona que no puede ser descuidada y yo aquí fracasando incluso en sentir la presencia de ustedes…

- No te sientas mal, Natsuki-chan… Eres una banshee muy talentosa, y tus capacidades ciertamente son superiores. Sólo tuviste un momento de distracción. No te castigues tanto. – Intentó animar, la pelirroja.


Un ligero e insistente golpeteo en la ventana, captó la atención de las 3 muchachas. Levantaron la vista al unísono, fijándose en el exterior. Había empezado a llover.


- Tan bonita que estaba la noche. – Comentó triste, Yukino.

- Váyanse, por favor. – Pidió tranquilamente, Natsuki.


Sus compañeras obedecieron instantáneamente. Natsuki se dio cuenta de que esa lluvia no obedecía a causas meteorológicas. Shizuru estaba en ese baño, llorando. Fue y vino varias veces, de la ventana a la puerta del baño, incapaz de tocar, de hablar, de hacer algo. Así que sólo hizo lo que le quedaba, para averiguar qué era lo que pasaba detrás de esa puerta, sin que Shizuru se enterara. Apareció dentro de la pequeña habitación, asegurándose de que su compañera no pudiera verla. Shizuru ya estaba con su pijama puesto, de pie frente al espejo, con la mirada fija en el grifo del lavabo. El ceño fruncido en sintonizada tristeza con sus ojos, sin sonrisas, sin máscaras. Allí de pie, suaves lágrimas bajaban por sus sonrosadas mejillas. Esos diamantes líquidos que Natsuki había visto una sola vez, hasta ahora. La morena se hallaba muy cerca de Shizuru, observando el perfil de su inclinado rostro, inexpresivo, pero doliente. Shizuru no se daría cuenta de la verdadera apariencia de sus lágrimas hasta que cumpliera 18 años, por eso, no se sobresaltaba con cada lágrima que caía en el lavabo, salpicando levemente. El corazón perforado de Natsuki supo en ese momento lo que quería. Sin poder evitar sonrojarse fuertemente, por lo que estaba a punto de hacer, Natsuki acerco su rostro al de Shizuru, colocando un suave beso en su mejilla derecha, al mismo tiempo que detuvo una de esas excepcionales lágrimas. Se alejó suavemente, nunca despegando su atención de los ojos de su compañera, quien parpadeó, con un gesto de leve extrañeza, girando su rostro, para enfrentar el de la banshee. Un gran susto se llevó Natsuki al pensar que la castaña efectivamente podía verla, pero no fue así. Aunque ello no impidió que Shizuru se quedara observando en la misma dirección, traspasando, sin saber, los verdes ojos de la morena, quien no podía hacer más que quedarse allí, aún ruborizada.

Shizuru llevo su mano diestra a su mejilla derecha, acariciando la misma con extrema delicadeza y sonriendo tiernamente, ante la agradable y cálida sensación que se expandía por su cuerpo. Natsuki también sonrió, pensando para sí misma ‘ésa es la sonrisa que quiero ver siempre’. La morena regresó a la ventana, notando que ya había dejado de llover. Limpió la lágrima que había detenido en la mejilla de Shizuru, de sus labios, contemplando ese brillo fuera de este mundo. Razonó para sí misma, dándose cuenta que aquella hermosa mujer ciertamente era especial, pero no por las fantasías o expectativas que el mundo tuviera de ella, sino por quien ella era realmente, una mujer frágil, pero fuerte, con un corazón tan bonito que lloraba belleza. El signo de la verdadera reina.

La banshee, pensó en darle la privacidad que seguramente Shizuru estaba aguardando. Se metió entre las sábanas de su nueva cama, quedándose lo suficiente quieta, pues aunque no lo aparentara, se sentía cansada. El empezar a ser corpórea, le causaba los mismos efectos que toda rutina a cualquier persona. Sentía cansancio y sueño. Era una persona más, aunque claro, con muchas habilidades extra.
Mientras Natsuki caminaba entre las tinieblas del sueño, Shizuru salió del baño, caminando silenciosamente. Se acercó a la litera, fijándose en el apacible rostro de la morena, quien parecía estar soñando. Se percató de lo inofensiva que parecía en ese estado y le asaltó la duda de cómo sería su personalidad. Sea cual fuera, esperaba poder llevarse bien con aquella joven de mirar decidido y sueño aparentemente inquieto.
Una línea de pensamiento se abrió paso raudamente en su psiquis, de manera casi violenta, en lo que podría llamarse un cortocircuito. Ese rostro calmo lo había visto antes, varias veces. Mientras subía a su cama, Shizuru recordó sus sueños, pues en varios de ellos había distinguido a esa persona, supuestamente desconocida. El cerebro humano es incapaz de crear rostros, por ello cuando se sueña con alguien, es porque se le ha visto antes, aunque sea por un segundo en un lugar que nunca se volvió a visitar. Si Shizuru hubiera sabido esto, quizá se hubiera esforzado más en intentar recordar. Pero en lugar de ello, simplemente se lo dejó a su imaginación, quizá nunca soñó con Natsuki, quizá sólo llevaba muchos pensamientos entrecruzados. En todo caso, por esa noche no quiso pensar más allá de lo debido.

Natsuki despertó de golpe, con una idea martillando su cabeza. Tomó un poco de aire y subió a la altura de la cama de Shizuru, antes de que ésta cayera dormida.


- Oye, Shizuru… - Dijo en una voz tan suave y a la vez lastimera, que pudo confundirse con el lamento de un cachorrito.

- ¿Sí, Natsuki? – Respondió la nombrada, dándose vuelta para poder observar a la morena, sintiendo un suave y alegre palpitar en su pecho.

- Sólo quería desearte buenas noches… - Anunció lo más calmada que pudo, la banshee.

- Gracias. – Sonrió con dulzura.


Natsuki bajaba de regreso a su cama, cuando escuchó ese bonito acento otra vez.


- Me gusta mucho que me llames por mi nombre. – Expresó sinceramente, la presidenta estudiantil.

- A mí también me gusta llamarte por tu nombre. – Vocalizó, Natsuki, produciendo un sonrojo, que para su buena fortuna, no fue visto por nadie.



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- Para ser menor que yo, eres terriblemente más vanidosa… - Protestaba con descaro, Nao, mientras observaba sus uñas.

- ¿Y me dices esto porque crees que me importa tu opinión? – Preguntó con insolencia la ostentadora de vanidad.

- Si no fueras mi prima, hace mucho hubiera acabado contigo, Tomoe.

- Hubieras podido intentarlo, pero sabes que no eres más poderosa que yo.

- En fin… ¿Ya terminaste? Muero de cansancio y la luz del baño es demasiado molesta.

- Sí, sí, ya acabé. No sé porque rezongas tanto, igual es temprano.

- Sí, pero mañana nos espera un día interesante. Ya ves que no es muy común que los drow puedan ver en persona a la futura reina elfa.

- Debo admitir que tuviste una idea brillante al camuflarnos como estudiantes de este lugar. – Dijo, Tomoe, mientras se acomodaba en la cama de arriba de la litera que compartía con Nao, desde esa noche.

- Bueno, es un doble beneficio… Venir a divertirnos en este mundo un poco…Practicar nuestras habilidades mágicas, mira que sólo una banshee con olfato de sabueso podría detectarnos con certeza… Y, claro, vigilar a la elfa.

- Semi-elfa. – Corrigió, Tomoe.

- Eso, eso… Cuando nos aburramos, nos la llevamos y se acabó.

- ¿Y exactamente qué piensas hacer con ella?

- Bueno, es sencillo. La tomamos, obligamos al viejo a rendirse… Y haremos de los elfos nuestros esclavos. Ya sabes que nosotros somos una nación muy superior, pero nunca lo entendieron y es hora de hacerles pagar su arrogancia. – Habló con naturalidad, Nao, mientras se estiraba como gato.

- Bien, bien. Mientras pueda divertirme un poco en esta misión, todo bien.



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Natsuki despertó sintiéndose tan genuinamente descansada, que pensó que había muerto. Otra vez. Pero mirando a su alrededor, recordó dónde estaba y qué hacía allí. Se desperezó como hacía años no había podido hacer y se levantó, acomodando su ligeramente desordenado cabello. Se fijó en que Shizuru siguiera durmiendo y fijándose en el reloj del escritorio decidió que tomaría un tranquilo baño.

Ah, qué bien se sentía su piel, cálidamente húmeda. Cepillarse los dientes, contemplarse en un espejo, mientras se peinaba, vestirse para asistir a clases. Cierta nostalgia se apoderó de ella, pensando en que seguramente así era su vida antes de terminar. Pero ciertamente era algo que no descubriría hasta dentro de unos cientos de años.

Se sentó en su cama, leyendo el horario que Akira le había dado. Guardó todo lo necesario en su maletín, sintiéndose satisfecha con ese aire de responsabilidad escolar que le había surgido. Tomó un mapa que también le había proporcionado Akira y se sentó en el muro de la ventana de la habitación, estudiando la ubicación de todo, cuando sonó el reloj despertador de Shizuru, el cual interrumpió su concentración.

Shizuru despertó ligeramente asustada, pues estaba acostumbrada a despertar antes que su confiable reloj, pero esa mañana las cosas se dieron de distinta manera a los días anteriores. Al intentar alcanzar el despertador, y entre murmullos de disconformidad por el hecho de tener que despertarse, el pequeño reloj cayó al suelo, producto de la somnolienta mano derecha de la presidenta estudiantil.

Natsuki sonrió divertida ante la pereza de su compañera y cogió el reloj para detener su insistente, pero no tan molesto pitido. Shizuru recién fue consciente en ese momento de que ya no dormía sola. Casi de un salto se levantó, bajando rápidamente de su cama.


- Veo que Natsuki es del tipo madrugador.

- No, realmente, pero dormí lo suficiente.

- Buenos días, Natsuki.

- Buenos días. – Respondió, la morena, centrándose otra vez en el mapa que llevaba en las manos, intentando parecer casual.

- Si gustas, yo puedo mostrarte la escuela. – Dijo amable, Shizuru, mientras se encaminaba rápidamente al baño.


La puerta del mismo se cerró antes de que Natsuki pudiera responder. Así que fue algo así como una aceptación tácita. Se puso de pie, dejando el mapa sobre el escritorio. Se dirigió al espejo de pie que tenía Shizuru y observó su apariencia. No creía lucir mal, pero ¿y si a la soberana no le gustaba? Recapacitó unos instantes y pensó que alguien de la clase de Shizuru y con sus modales, reprobaría su vestimenta. Así que sacó la camisa, corbatín y sacó que ya había guardado. Mientras cogía la fuerza de voluntad suficiente para hacer el cambio, Shizuru salió del baño envuelta en una blanca toalla. Natsuki sintió que su temperatura se elevaba hasta picos totalmente insospechados, pero disimuló el mini infarto que estaba sufriendo, fingiendo acomodar la ropa que yacía en su cama.


- Oh, ¿Natsuki piensa cambiarse? – Cuestionó con un encantador
puchero, Shizuru.

- S-sí. Es que n-no creo que me vea bien vestida así.

- ¿No?

- N-no.

- ¿Por qué lo dices? – Inquirió genuinamente curiosa, Shizuru, que terminaba de secarse el cabello con la toalla que traía en las manos, sin quitarle vista de encima a su interlocutora.

- Porque si voy a caminar a tu lado, debo verme mejor. Presentable. No como la buscapleitos de la escuela. – Admitió con un sonrojo y una mirada soslayada.


Shizuru pensó que no existía en el mundo cosa más tierna que su compañera. La presidenta dejó la toalla con la que se secaba el cabello a un lado y se acercó más a Natsuki, cogiendo las solapas del gris chaleco que la morena llevaba sobre la sudadera negra que había escogido el día anterior. Las acaricio con delicadeza, mientras le clavaba la mirada a la banshee, y le dijo, con un aire embriagantemente seductor…


- Yo opino que luces encantadora. – Manifestó, mientras soltaba el chaleco y se alejaba de Natsuki.

- ¿Entonces no te molesta? – Preguntó casi en un suspiro, la banshee, sintiendo su cuerpo tan ligero, como una pluma.


Pero de pluma pasó a plomo, al percatarse que Shizuru empezaba a cambiarse delante de ella, sin ningún tipo de reparo. La morena sólo atinó a darse media vuelta, enfrentando la ventana y dándole la espalda a la semi-elfa. Aunque tuvo que luchar duro y parejo con su curiosidad, para no espiar por el reflejo del vidrio de la enorme ventana de la habitación.


- En absoluto. Así me gustas mucho. – Respondió la pregunta que le hiciera Natsuki hace unos segundos, divertida de ver que la morena era más bien del tipo ligeramente recatado y tímido.


Natsuki había decidido que Shizuru era una persona muy suelta de huesos cuando quería. Extremadamente seductora, cruelmente hermosa. Pero sabía que sólo estaba jugando con ella, así que debía mantener la calma.

Shizuru se vistió con prisa, pues el tiempo le iba a quedar corto si quería mostrarle al menos parte de la infraestructura de la escuela a Natsuki. Y así, en un dos por tres, ya estaba vestida, con el uniforme oficial de la presidenta del Consejo Estudiantil.


- ¿Cuántos años tienes? – Preguntó para hacer conversación ligera.

- 17. – Respondió como un resorte, Natsuki.

- Oh, ¿en serio? Yo tengo 16, pero cumpliré 17 el 19 de Diciembre.

- Falta poco menos de un mes.

- Exacto. Así que espero un regalo sorpresa. – Le guiñó cómplicemente el ojo a la banshee.


Tomó su maletín e instó a Natsuki a hacer lo mismo. Le abrió la puerta para que saliera ella primero y le dio un último vistazo a su habitación, que ahora lucía y se sentía distinta. Ya no estaba vacía, ya no era silenciosa. Natsuki había cambiado el aire del lugar y eso alegraba muchísimo el corazón de Shizuru.

Cerró la puerta detrás de ellas y mientras caminaban por los pasillos, le dijo calmadamente…


- Cuando dije que me gustas mucho vestida así, no era mentira. – Sonrió algo tímida, Shizuru.

- Bueno, cuando yo dije que me gusta llamarte por tu nombre, tampoco era mentira. – Respondió, Natsuki, con media sonrisa y poniendo su maletín sobre el hombro.


Y así siguieron caminando, contentas e internamente sonrientes. Y es que no, ninguna de esas afirmaciones era mentira…



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